viernes, 12 de septiembre de 2008

El Aguila Féroz!

Allá en las montañas del norte, habita el águila feroz, rapaz y muy mala.

De por cierto, están todas las demás en su casa con pereza y se levantan con hambre, desperezándose y chapoteando sus grandes alas.

“No es posible que yo esté en este mismo lugar y no haya comida suficiente para mi y los otros de mi especie” pensó y de un brinco salio el águila feroz diciendo a sus amigos de especie: “Amigos y hermanos míos: Ya es hora de que vallamos a otros lugares, a tierras nuevas, a buscar poder y comida. En nuestro lugar ya no es posible vivir, ya no hay para todos. Yo como su jefe les digo y ordeno que me sigan; iremos a tierras lejanas donde abunda la comida, también nos haremos dueños y amos absolutos. Que les parece, hermanos?” – “Bravo, bravo, bravo, Viva nuestro jefe” le vitoreaban las demás águilas que seguían a su líder, moviendo sus enormes alas. Aquel ruido y alboroto de meneos de alas y chasqueo de picos estaban llenos de soberbia y codicia.

Y así el águila feroz, mala y asesina levantó vuelo con un grupo grande de sus congéneres de especie. “Bien muchachos, ya llegó nuestra hora, a conquistar y comer hasta hartarnos, quien nos detendrá si somos invencibles? – dijo el líder de aquella banda de depredadores rapaces, mientras surcaban los cielos volando a miles de kilómetros fuera de su lugar de origen.

Así llegaron a tierras muy lejanas y con sus vistas agudas y fuerza descomunal empezaron a sembrar el terror en aquellas regiones habitadas por pacíficos animalitos indefensos.

Las águilas hicieron la matanza perfecta, para luego hacer un gran festín ese día de llegada y masacre. Su líder, Águila Feroz le dijo: “Que les dije hermanos míos, no les falle! Hay abundancia de de comida y ahorra tenemos grandes territorios” – “Viva nuestro jefe”, le vitoreaba aquella pandilla de malvados y asesinos, mientras disfrutaban de una gran fiesta, pasando el resto del día haciendo burlas y juergas sobre lo fácil que había sido aquella victoria. Ya hartos y cansados, luego de mucho festejar, se echaron a dormir hasta el día siguiente.

Cuando amaneció, Águila Feroz, al levantarse dijo a sus compañeros de saqueo: “Jobero, tengo hambre; si ayer fue un día fácil hoy será mejor. Aquí abunda la comida, viva nuestra suerte! Luego él y sus secuaces levantaron vuelo con aquella seguridad que solo los predadores suelen tener.

Al llegar a las planicies de aquella foresta, donde habían realizado aquella masacre del día de llegada, el líder de aquella banda de asesinos, les grito: “Al ataque, vamos por ellos”. Pero al descender vieron que todos se habían equivocado. No había ningún ser viviente a la vista. “Que se hizo nuestra comida” se preguntaban todos y siguieron buscando por aquí y por allá. “No es posible, ¿que se hicieron?, separémonos y que busque cada quien por su lado”, les dijo su máximo líder.


Y así, las águilas con su tosco andar sobre tierra, brincando y saltando esculcaban cada rincón de aquella planicie. Por desgracia, no fuera del alcance de la aguda vista de aquellos depredadores, un pobre monito que no se había dado cuenta de la situación, fue avistado por ellas. En ese mismo instante, Águila Feroz, les grito a sus amigos: “! Miren amigos allá esta nuestra comida!” t todas las águilas se lanzaron sobre el pobre monito. Una de las águilas lo agarro por las manos, otra por la nariz; sucesivamente las águilas lo fueron despezando pedazo por pedazo hasta descuartizarlo y devorarlo en un momento.

Todo aquel macabro escenario estaba siendo visto por los demás animalitos del bosque que estaban escondidos en sus madrigueras y nidos. Ellos podían observar desde allí, la voracidad y bestialidad con que había sido descuartizado y y devorado, su querido amigo, el monito.

El silencio era total, solo se escuchaba el graznido de las águilas.


Luego de aquel pequeño bocado, Águila Feroz gritó: “Bien muchachos, este jocoteado mono no nos ha quitado el gran hambre que tenemos. Busquemos todos al resto de animales para que podamos saciar nuestra hambre”. Y así las malvadas y asesinas águilas, confiadas en su FUERZA y TAMAÑO, y guiadas por su líder, empezaron a meter sus picos y garras en todo escondrijo que encontraban, sin dejar de alabar a su “gran líder”.

Mientras las águilas buscaban y buscaban, Águila Feroz, descubría una madriguera lo suficientemente grande para meter su pico garras. Cual fue su sorpresa, que cuando quiso salir de aquel escondrijo no pudo. El volteó a ver a sus compañeras y ellas tampoco podían soltarse de aquellas madrigueras.

Que estaba sucediendo? Por que no se podían liberar aquellas águilas de las madrigueras en las cuales habían metido sus garras y picos?

Aquellos animalitos indefensos se habían unido y estaban decididos a librar una batalla contra aquellos depredadores que habían invadido sus tierras.

Las hermanas liebres, ratones y cuzucos se habían lanzado sobre las cabezas y garras de aquellas grandes águilas y que mientras las sujetaban, picaban y roían sus patas y cabezas sin dejarlas salir de las madrigueras en que se hallaban, las águilas, atoradas por su propia codicia y maldad.

Los animalitos del bosque que estaban siendo lideradas por el pájaro del enorme pico, el Gran Tucán, se abalanzaban sobre las águilas atoradas. Las bandadas de zanates, gorriones y pijules picoteaban los cuerpos de aquellas grandes águilas; los hermanos venados coceaban con sus delgadas patas. Los puerco espines ponían a la disposición de aquella gran batalla sus filosas púas y así cada quien contribuía en aquella lucha desigual contra los depredadores voladores que habían venido de tan lejos.

La batalla fue cruel y desigual, se luchaba por la muerte o la libertad de aquellos animalitos. Las águilas lograron matar a muchos de aquellos que se habían decidido a enfrentarlas, pero al final estas fueron vencidas y agarradas prisioneras.

Una que otra águila mal herida logró levantar vuelo, lamentándose de haberle hecho caso a su gran líder, Águila Feroz, quien las había engañado como tontas.

Mientras tanto ese “gran líder” allá abajo lloraba y suplicaba, mal muerta y mal herida: “Piedad, ya no me sigan haciendo mas daño” La malvada águila pedía clemencia a quienes tanto daño les había hecho.

El Gran Tucán, les comunico a sus hermanos del bosque: “Bien, hermanos, que haremos con estos bandidos y enemigos nuestros?” – Águila Feroz seguía pidiendo clemencia y piedad: “Perdónenme, por favor amigos, me equivoque, perdónenme”

Los hermanos monos del monito que habían asesinado las águilas, en venganza por la muerte de su noble hermano, le propinaron un garrotazo en la cabeza y pico de Águila Feroz, terminándola de acallar.

“Bien, cual es el veredicto, hermanos del bosque?” Pregunto el Gran Tucán. La decisión fue unánime: “MUERTE”. Entonces, todas las águilas que habían sido capturadas, llorando de miedo y terror, fueron llevadas por todos los habitantes del bosque a una gran hoguera que tenían preparada. – “No por favor, piedad, eso no! Por favor!” gritaban las águilas. – “Nada de piedad, águilas asesinas” gritaban los animalitos del bosque. Una por una, fueron echadas al fuego. Cris, cras, como se oía la fuerza de ese fuego; y así las aventuras de las águilas feroces terminaron en un gran chasco y derrota

No hubo piedad ni clemencia con aquellas asesinas.

El Gran Tucán fue vitoreado y alzado en brazos en agradecimiento por su gran valor y dirección en la gran batalla contra aquellas asesinas despiadadas.

De aquella gran bandada que había salido a depredar otras tierras solo lograron llegar de regreso una que otra águila, golpeadas, mal heridas, débiles y lo peor, con mucha “hambre”.

Estas fueron recibidas por sus compañeras y cuando las vieron llegar les preguntaron que les había pasado, si hacia solo cinco días se habían ido. Ellas les contestaron: “NO, no nos fue posible subyugar a los animalitos del bosque. Águila Feroz, nos engañó a todas las que le seguimos y a Ustedes también! La primera vez que fuimos hicimos lo que quisimos, pero al día siguiente, aquellos habitantes del bosque nos hicieron la guerra. Nos pusieron muchas trampas y con astucia, todos unidos, nos derrotaron y nuestro gran jefe Águila Feroz, cayó. Solo nosotras, a duras penas, logramos escapar de aquellos mordiscos y picotazos”.

“Han regresado a tiempo”, les contestaron sus congéneres, “Ya nosotras también íbamos a levantar el vuelo y seguirlas; pero luego de oír su historia, mejor nos quedamos en nuestras tierras, que bien estamos aquí. Aunque haya poca comida es mejor aquí que morir en tierras lejanas que son defendidas por seres valientes y mas, si son dirigidas por GRANDES TUCANES!”.

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