Fríos
Juan Gelman
Página 12
26/10/08
Hay más. El teniente general lituano Valdas Tutkus, jefe de Defensa, pidió que aumenten las maniobras militares conjuntas con la OTAN y Mullen declaró que el Pentágono está reestructurando el plan previsto en la materia. Dijo sí, entonces, acentuando las tensiones con Moscú. La crisis económica de alcance mundial que desató Wall Street tapa situaciones graves que castigan al planeta, como el desastre alimentario, que se agudizó, y la posibilidad de que 20 millones de personas más se conviertan en desocupados a lo largo de 2009, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo. También desvía la atención de este agravamiento de la Guerra Fría II, que está presente ya aunque las dos partes lo nieguen. Sus consecuencias son imprevisibles.
La relación Casa Blanca-Kremlin comenzó a deteriorarse a mediados de la década pasada, cuando la OTAN decidió expandirse e incluir a los países del “socialismo real” que formaban parte del Pacto de Varsovia, con la entonces URSS a la cabeza. Bush hijo rompió así la promesa que Bush padre y su secretario de Estado Jack Matlock le hicieron a Mijail Gorbachov: si el Este permitía la reunificación de Alemania sin impedir su pertenencia a la OTAN, la alianza occidental no absorbería a los vecinos de Moscú. “Ni siquiera una pulgada”, afirmó Matlock en la entrevista (www.truthdig.com, 21-10-08). Ocurre todo lo contrario y la Casa Blanca insiste en ampliar el cerco a Rusia ahora en el Cáucaso.
En medio de la crisis económica más dura que azota a EE.UU. y a Europa occidental desde el siglo pasado, Wa-shington enviará mil millones de dólares a Tiflis, los países europeos, esa suma y algo más, y la Comisión Europea agregará 642,8 millones adicionales, todo para “la reconstrucción de Georgia” (The New York Times, 22-10-08). A lo paradójico del hecho se suma lo curioso (o no): fue Georgia la que destruyó el centro de Tsjinvali. Si algo necesita ser reconstruido es la capital de Osetia del Sur. En realidad, es una señal dirigida a Tiflis y a Moscú de que EE.UU. y Europa occidental están dispuestas a intervenir militarmente para garantizar su influencia en el Cáucaso. Y es algo más.
Hay que tranquilizar también a los inversionistas que han volcado ya miles de millones de dólares en la construcción del oleoducto Ceyhan-Tiflis-Bakú (CTB), que elude el territorio ruso y está destinado a minimizar la dependencia energética que ata a Europa occidental a Rusia. Su construcción se inauguró oficialmente el 25 de mayo de 2005 y el presidente georgiano Mijail Saakashvili celebró la “victoria geopolítica” que el ducto entraña para los países de la cuenca del Mar Caspio (The Guardian, 26-5-05). No mencionó la que significa para los megagigantes del petróleo recortados en Rusia por el gobierno de Putin. Para estos oligopolios hay en juego un paquete sideral de beneficios y su empeño no debe fracasar, aunque cueste más guerras. Parafraseando al general prusiano Carl von Clausewitz, autor de la famosa frase “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, se podría decir que para el Occidente desarrollado, la guerra es la continuación de su hambre energética por otros medios.
El vicepresidente Dick Cheney declaró que EE.UU. desea entenderse con Azerbaiján para construir otros ductos a fin de exportar a Occidente más energía de la región (news.bbc.co.uk, 3-9-08). Imposible asombrarse: Dick y figuras notorias del Partido Republicano –James Baker, Bent Scowcroft, John Sununu, otros– son inversionistas petroleros importantes y no encuentran razón para cesar de llenarse los bolsillos aun en medio de la crisis. El gobierno estadounidense socializa los costos y privatiza los beneficios. Es una regla de oro del capitalismo salvaje. También del otro.
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