Rusia recibe otra sorpresa desagradable por parte de aliados. Vedomosti / Kommersant
Como "sorpresa desagradable" para Moscú califica la prensa local la noticia de que EEUU podrá establecer un centro de tránsito en el aeropuerto de la capital kirguís, Manas, en vez de desmantelar por completo la base aérea que tiene allí actualmente.
La base de Manas es necesaria para dar apoyo logístico a las operaciones que la OTAN desarrolla en Afganistán y cuyo éxito, en principio, debería interesar también a Rusia. Sin embargo, las gestiones diplomáticas de Moscú partían últimamente del supuesto de que EEUU procura crear una cabecera de playa en el sur, con lo cual reducirá la influencia rusa en la zona y podrá amenazar a sus fronteras.
Hace algunos meses, Moscú prometió a Bishkek un crédito de dos mil millones de dólares, ayuda financiera por importe de otros US$150 millones y asistencia en la construcción de una importante obra hidroeléctrica, después de lo cual el Parlamento kirguís resolvió que militares extranjeros deben retirarse desde Manas en un futuro próximo. Fue, probablemente, un intento de afianzarse en el Asia Central y demostrar a Washington quién decide en estos asuntos y establece el precio. Con todo, resultó que los estadounidenses se quedan, aunque habrá un cambio formal en el status de su presencia. Da pena, tanto por el dinero como por lo de la influencia.
La situación parece aún más desagradable por el hecho de que ya hubo precedentes, y no solamente con Kirguizistán. Turkmenia, por ejemplo, promete sus hidrocarburos ora a Gazprom, ora a China, ora a Europa. Bielorrusia consiguió de Moscú créditos y gas baratos pero todavía se resiste a cederle el control de sus empresas ni reconoce, contrariamente a las expectativas de Rusia, la independencia de Abjasia y Osetia del Sur.
Toda clase de alicientes, fórmulas de canje y otros ardides diplomáticos de Moscú no funcionan. Las naciones vecinas entendieron hace tiempo que pueden incumplir promesas verbales: Rusia volverá a tenderles la zanahoria para solicitar nuevos favores, como siempre, en plano informal: inyecciones financieras a cambio de un gasoducto o a cambio del reconocimiento de Abjasia, y así por el estilo.
Moscú ya prometió "una respuesta idónea" a Bishkek pero todavía no pierde la esperanza de evitar un escándalo. Sus expectativas se van a cumplir, si los presidentes Dmitri Medvédev y Barack Obama, al reunirse en la capital rusa el próximo 7 de julio, acuerdan el tema de la presencia militar estadounidense en el Asia Central a cambio de algunas concesiones en materia del escudo antimisil en la Europa del Este o la admisión de Georgia y Ucrania en la OTAN. Konstantín Zatulin, subjefe del comité parlamentario ruso para la Comunidad de Estados Independientes (CEI), no descarta tal posibilidad.
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